jueves, 22 de agosto de 2013

El jesucristo gatuno de los animalistas


¿Le dolerá al gato?

Es la pregunta que yo me hago. Al ver la foto, supongo que lo normal sería pensar: “¡Qué espanto! ¡Qué atrocidad! ¡Pobre gatito!”. Sin embargo, yo me pregunto, más bien: ¿le dolerá?

Las imágenes son poderosas. Ya lo dice el refrán: una imagen vale más que mil palabras. Una imagen puede conmover, una imagen puede ofender, y una imagen también puede despertar simpatía o inquietar al que la ve. Algunas imágenes tienen un poder aún más grande porque despiertan sentimientos inherentes a la condición humana, como puede ser la empatía. Y he aquí el meollo de la cuestión: pon en una foto a un bonito gato que esté aparentemente sufriendo de algún modo y cualquiera que la vea sentirá dos cosas: primero, una empatía intensa con el gato (por ser bonito, por ser relativamente parecido a los humanos, y por ser tradicionalmente un animal de compañía, a partes iguales), y, segundo, un odio visceral por el hijo de puta que le esté haciendo eso que se ve en la imagen (sea lo que sea).

Pero nadie parece plantearse siquiera si el gato está sufriendo.

El gato en cuestión se llama Double Trouble, o eso afirmaron nuestros amigos de PETA (People for the Ethical Treatment of Animals) cuando publicaron las fotografías y las anunciaron a bombo y platillo. La historia que hay detrás de las fotos es la siguiente: los activistas de PETA, al enterarse de que en la University of  Wisconsin-Madison (UW-Madison) se realizan experimentos con gatos, solicitan información sobre estos experimentos. La UW-Madison les aporta un extenso dossier de más de 1000 páginas con dicha información, pero PETA, al tener conocimiento de la toma de fotografías durante los experimentos, exige que la UW-Madison enseñe las fotos al público. Tras tres años de peleas legales, la UW-Madison finalmente accede a mostrar algunas fotografías. Y entonces PETA, que había permanecido a la espera durante estos tres años a pesar de disponer de toda la información sobre los experimentos, emprende una dura campaña contra la experimentación animal basándose en el supuestamente terrorífico ejemplo de Double Trouble.

No es casualidad, ni mucho menos, que insistieran tanto en conseguir las fotografías, ni que no empezaran la campaña hasta tenerlas en su poder. No hace falta ser un lumbreras para saber que la frase Gatos atormentados y asesinados en un laboratorio universitario (el titular de la noticia en peta.org) puede llamar la atención, pero, si se acompaña de fotos de lindos gatitos que efectivamente están sufriendo este tormento, entonces lo que tenemos es un auténtico bombazo informativo, una noticia indignante, un agitador de conciencias capaz de sacar a la gente de su sofá y hacer que muevan el culo hacia la próxima manifestación de PETA. ¿Por qué? Porque una imagen vale mil palabras.


Pero hay un problema: las imágenes pueden ser falaces. A la primera pregunta, sobre si Double Trouble sufría o no, yo propongo una idea tal vez revolucionaria: cabe la posibilidad de que no tuviera dolor en absoluto. El  dispositivo que el gato tiene incrustado en el cráneo me recuerda a los halos de tracción craneal que a veces se utilizan en fracturas de columna cervical; sorprendentemente, una vez hechas las perforaciones en el cráneo e introducidas las varillas, el dolor puede ser mínimo o inexistente. Pero añado otra idea aún más extrema: seguramente no tuviera ningún dolor. Porque aunque el dispositivo le hiciera daño, seguramente el animal tendría pautados analgésicos para aliviar el dolor. Digo “seguramente” porque no dispongo del dossier que la UW-Madison entregó a PETA y no puedo comprobar qué fármacos recibieron los animales; ellos sí que podrían comprobarlo, pero callan al respecto, con lo cual me inclino a pensar que los gatos sí recibían analgesia. Lo contrario sería mala praxis y no hubiera sido aprobado por el Committee on Graduate Research Ethics ni por el Research Animal Resources Center de la UW-Madison.


Con lo cual tenemos una imagen en que a un gato le han colocado un aparatoso dispositivo en el cráneo, que seguramente no le sea doloroso. De hecho, en palabras de Eric Sandgren, director del Research Animal Resources Center de la UW-Madison, “los animales se adaptaron rápidamente a los implantes, que no les causaron dolor o malestar”. Pero es difícil combatir con palabras el poder de una imagen, y esa “cosa” en la cabeza del gato necesariamente le tiene que doler, necesariamente le tiene que provocar sufrimiento. Esto es lo primero que se podría pensar... pero no por ello es menos falso. Porque lo aparatoso, o metálico, o grotesco, no es a priori doloroso para el que lo porta. Y si no, observad este extraño artilugio del demonio (“fijador externo”, lo llaman)  y asombraros al saber que es prácticamente indoloro (aunque las fracturas que trata sí pueden doler, y mucho).


Usando menos de mil palabras (793, para ser exactos), hemos llegado a la conclusión de que tal vez la imagen sea un poco sensacionalista y busque el amarillismo, el golpe de efecto rápido y la manipulación intencionada en vez del convencimiento del público mediante argumentos fundamentados y razonables. Una actitud “ejemplar” que contribuye sin duda a una sociedad libre e informada.  

Pero no adelantemos juicios, porque, además de las fotografías, también hay palabras que las acompañan. Y las palabras también pueden ser falaces. De hecho, lo son.

En primer lugar, Double Trouble era una “bonita gata naranja”, en una clara apelación a los sentimientos que resulta sin duda muy relevante para el debate. En segundo lugar, Double Trouble fue “atormentada durante meses en esos experimentos”: un juicio de valores que presupone sufrimiento para la gata sin tener constancia directa de éste. En tercer lugar, se dice que “se aplicó una sustancia en sus oídos internos para dejarla sorda” y posteriormente “se implantaron dispositivos electrónicos profundamente en sus orejas durante la misma cirugía”. PETA olvida (y, aventuro yo, intencionadamente) que estos diabólicos “dispositivos electrónicos” eran en realidad implantes cocleares, como los utilizados para tratar a personas con sordera profunda. Más adelante, se afirma que la finalidad del estudio es “entender cómo el cerebro determina la localización de un sonido”, y se califica a éste como “cruel e inútil”. Ninguna mención a los implantes cocleares que han revolucionado el tratamiento de la sordera más grave. Ninguna mención a la aplicación del estudio en humanos, que, como dice Eric Sandgren, es, a largo plazo, “refinar los implantes cocleares bilaterales y permitir la mejor localización de los sonidos en el ambiente”. Un desafortunado olvido por parte de PETA, que pretende hacernos creer que el experimento carece de utilidad y provoca un sufrimiento totalmente gratuito a los animales.

También se dice que “la anestesia de Double Trouble se acabó en mitad de la cirugía y se despertó en lo que seguramente fuera una experiencia dolorosa y horrible debido a que los investigadores estaban cortando a través de su cabeza y su cráneo”. Aquí tengo que dejar bien clara la diferencia entre “anestesia” y “analgesia”: en una cirugía, la “anestesia” consiste en la pérdida de conciencia del sujeto o sedación (lo de la máscara con gas y el “cuenta atrás a partir del 10” de las películas); dicho de otra forma, el dormirse; mientras que la “analgesia” consiste en la supresión total de las sensaciones dolorosas del individuo. Que quede bien claro: analgesia y anestesia no son lo mismo. Se puede tener analgesia sin anestesia, es decir, operar sin dolor a un sujeto despierto (como en algunas cirugías cerebrales, como también los lectores habrán visto en alguna serie de médicos), pero también anestesia sin analgesia, estando el sujeto de alguna forma dormido pero siendo capaz de sentir dolor (esto último no tiene ninguna utilidad médica, obviamente). Con lo cual, aunque a Double Trouble se le acabara la anestesia durante la cirugía, la analgesia probablemente seguiría haciendo su efecto, porque son conceptos distintos. Y, por tanto, a falta de demostración fehaciente, el calificativo de “experiencia dolorosa y horrible” se queda en una fantasiosa y peliculera conjetura.

Finalmente, Double Trouble tuvo una infección de la herida quirúrgica y fue sacrificada y sometida a autopsia (lo que en el lenguaje hiperbólico de PETA se expresa como “fue matada y decapitada para que su cerebro fuera diseccionado”). Según PETA, desde el momento del diagnóstico de la infección, “los experimentadores aún la obligaron a aguantar dos meses de sufrimiento”, pero no mencionan nada del más que probable uso de antibióticos para intentar tratar la dolencia. Se habla también de un patrón de infecciones recurrentes, supuestamente demostrado por la USDA (U.S. Department of Agriculture), pero, sin enlaces que lo demuestren, no se le puede dar crédito absoluto.

Tras este análisis, poco queda en pie de la historia que PETA nos presenta. ¿Un animal sufriendo terribles torturas? Más bien una gata a la cual se le infecta una herida quirúrgica y muere por ello, a pesar de los protocolos y tratamientos. ¿Una experimentación inútil? Más bien una investigación con aplicaciones a largo plazo (como exactamente todas las investigaciones científicas). ¿Un laboratorio en el que se violan leyes de bienestar animal? Más bien un laboratorio investigado en la actualidad únicamente por la quemadura accidental que sufrió un gato (nada que ver con la fotografía de Double Trouble), pero que, por lo demás, ha salido airoso de las acusaciones de PETA por supuestamente violar la Animal Welfare Act.

Y aunque todas las acusaciones de PETA fueran ciertas, aunque Double Trouble hubiera sufrido terribles torturas, aunque en el laboratorio no se siguieran los protocolos adecuados, aunque hubiera infecciones recurrentes y sin tratar, aunque la investigación en concreto fuera fútil... ¿significa eso que hay que prohibir la experimentación animal? ¿Significa eso que TODA la experimentación con animales es tan poco ética y que este caso en concreto es un buen ejemplo? Si mi hermano asesina a alguien, ¿todos los de mi familia somos asesinos y todos merecemos un castigo? Este absurdo razonamiento inductivo (si esta experimentación con animales es mala, toda experimentación con animales es mala), este presentar un caso concreto como si fuera la norma general, este uso exagerado de recursos emotivos, hipérboles y medias verdades, este es el juego sucio y la trampa detrás de la historia de Double Trouble, el mártir gatuno de los animalistas.

No quiero dejar de añadir que yo creo que los animales tienen derechos y no todo vale con ellos. Pero también creo (y sé) que la experimentación animal es necesaria para el avance de la ciencia en general y de la ciencia biomédica en particular, necesaria para curar enfermedades, necesaria para tener una mejor calidad de vida y necesaria para el progreso social. Creo que la experimentación animal debe someterse a unas estrictas normas éticas que garanticen el bienestar y el buen trato de los animales, y que aquellos que no respeten estas normas deberían recibir un merecido castigo. Y por eso pretender prohibir la experimentación animal, tal y como pretenden nuestros amigos de Igualdad Animal, me parece una idea absurda, radical, inconsciente e hipócrita. Y me parece aún más mal si se intenta convencer al público con imágenes sentimentalistas y falaces como la de Double Trouble.


Así que, cuando veáis una imagen como esta, preguntaros, en primer lugar, ¿le dolerá al gato? Y después no os olvidéis de preguntaros todo lo demás.

Y si lo que queréis son imágenes sentimentalistas, siempre podéis quedaros con la foto de esta niña sonriente con un implante coclear, que oye gracias a experimentos que se realizaron en animales como Double Trouble. Yo les doy las gracias por ello.



Referencias




Víctor Marcos